De vuelta a Formus

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Por: Elena Brun Hernández

En mi última estancia en México, tuve la oportunidad de visitar Formus de nuevo. Lo he hecho en distintos momentos de mi vida, porque egresé ya hace casi 20 años, pero bien dicen que uno siempre vuelve a los lugares donde fue feliz.

En esta ocasión, mi interés era que mi esposo conociera la escuela donde crecí. Convertirme en mamá me ha hecho revivir mi historia, cuestionarme cosas, tomar lo bueno y aprender de lo que me hubiera gustado cambiar. En mis raíces está Formus, mi identidad se construyó ahí. Atesoro recuerdos, compañeros que se volvieron grandes amigos, maestros con los que seguí en contacto y siempre fueron un apoyo. Y por supuesto, no dejo de admirar la vitalidad y la sabiduría de su creadora, Úrsula, quien como todo proyecto que se ama, ha visto Formus florecer.

Volver a Formus ahora fue encontrarme con una escuela distinta a la que yo conocí. Crecieron sus instalaciones, crecieron sus árboles y también miembros del personal crecieron en la institución. La pandemia trajo consigo algunas modificaciones, que seguramente nadie nos hubiéramos imaginado, pero la esencia de Formus sigue ahí. Niños y maestros con una sonrisa en sus caras, felices de estar juntos, de aprender en conjunto. Guardando una distancia física, pero con un vínculo afectivo que los mantiene cerca, aun a los alumnos que trabajan desde casa.

Formus para mí fue crecer dentro de una comunidad, donde el interés principal es el niño antes que el alumno. Cada niño era respetado por quien era, sin importar su origen, sus creencias o sus capacidades. Cada niño tenía un lugar dentro de esta comunidad y nuestras diferencias nos enriquecían a todos.

En mi experiencia como psicóloga en Francia, no he tenido la suerte de encontrar estos valores puestos en práctica. La inclusión empieza apenas a promoverse como parte de las modificaciones o innovaciones de la escuela pública francesa. Parte de mi trabajo ha sido acompañar a las familias y a los equipos educativos a entender la importancia de unir fuerzas y centrarse en el bienestar del niño, puesto que éste no solo va a la escuela a aprender matemáticas, historia o inglés; está aprendiendo a formar parte de una sociedad. ¿Cómo le ayudamos a inscribirse en ella? ¿Qué lugar le damos?

El reto que tengo frente a mí es el de formar un ser humano. Tengo la tarea de transmitir, no solo a mi hijo sino a la sociedad en la que vivo ahora. Transmitir un sentido de responsabilidad por mí misma, mis acciones y sus consecuencias, así como desarrollar una sensibilidad por la música, el arte y la naturaleza, aspectos que integré en Formus y que ahora forman parte de mi vida de adulto. Mi compromiso es darle a mi hijo una educación que esté a la altura de la que yo tuve.

Febrero 2022