Les comparto, todavía agradecida por la experiencia de disfrutar junto con los niños y jóvenes, algunas reflexiones sobre las obras de teatro que pudimos apreciar el Día del Arte.
Los temas fueron distintos: en Secundaria captaron nuestra atención e interés los “Cuentos negros”; en Primaria nos reímos mucho con “El Navegante” y en el Jardín nos emocionamos con los dos payasos que se fueron de viaje.
Es cierto, nos entretuvimos y nos divertimos.
Pero lo que ocurrió entre el escenario con los actores y nos niños y niñas como observadores, fue algo mucho más profundo. Y corrijo el término “observadores”. La realidad es, que fuimos muchísimo más que observadores. No solo observamos, sino que mediante la imaginación participamos intensamente y creamos nuestra propia interpretación.
Para un niño pequeño y no tan pequeño, distinguir entre la experiencia imaginaria y lo que llamamos la realidad sensorial, física y temporal, es muy difícil o imposible. Santa Clau
s es una sola realidad, inseparable la realidad física de la imaginativa. Las aventuras que vivieron los payasos en escena (Pablo Luna y Lety Parra), lo vivieron también los niños.
Para los niños mayores, los jóvenes y los adultos, al momento de estar viviendo la obra que les atrapó y estimuló su imaginación, se crearon redes reales de emociones y pensamientos. El conflicto que vivieron el médico y la madrina -la muerte-, (interpretados por Pablo Luna y Alba Liz Gómez) se convierte en un conflicto de los “observadores”, imaginando y creando. La realidad imaginativa es tan fuerte como la realidad sensorial, física, mental y afectiva. “La vida y la muerte son inseparables, no existe una sin la otra”, fue una realidad experimentada para quedarse.
Qué importante es entonces la elección de los artistas que invitamos, la obra y el contenido que escogemos, el contexto que representan, el lenguaje verbal que se usa, las imágenes que proyectan y la música que acompaña y subraya la acción.
Gracias al grupo “La Percha” que una vez más nos dejaron totalmente satisfechos, sorprendidos y llenos de contenidos bellos que vale la pena atesorar. Hasta la próxima vez.
Úrsula Werren, marzo de 2019.